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lunes, 24 de septiembre de 2012

EL PERRITO COJO


El dueño de una tienda estaba poniendo en la puerta un cartel que decía: "Cachorros en venta". Como esa clase de anuncios siempre atrae a los niños, de pronto apareció un pequeño y le preguntó:
-¿Cuál es el precio de los perritos?

El dueño contestó:
-Entre treinta y cincuenta dólares.

El niñito se metió la mano al bolsillo y sacó unas monedas.
-Sólo tengo $2,37. ¿Puedo verlos?

El hombre sonrió y silbó. De la trastienda salió una perra seguida por cinco perritos, uno de los cuales se quedaba atrás. El niñito inmediatamente señaló al cachorrito rezagado.
-¿Qué le pasa a ese perrito? -preguntó.
El hombre le explicó que el animalito tenía la cadera defectuosa y cojearía por el resto de su vida. El niño se emocionó mucho y exclamó:
-¡Ese es el perrito que yo quiero comprar!

Y el hombre replicó:
-No, tú no vas a comprar ese cachorro. Si realmente lo quieres, yo te lo regalo.

El niñito se disgustó y, mirando al hombre a los ojos, le dijo:
-No, no quiero que usted me lo regale. Creo que vale tanto como los otros perritos, y le pagaré el precio completo. De hecho, le voy a dar mis $2,37 ahora y cincuenta centavos cada mes, hasta que lo haya pagado todo.

El hombre contestó:
-Hijo, en verdad no querrás comprar ese perrito. Nunca será capaz de correr, saltar y jugar como los otros.

El niñito se agachó y levantó su pantalón para mostrar su pierna izquierda, retorcida e inutilizada, soportada por un gran aparato de metal. Miró de nuevo al hombre y le dijo:
-Bueno, yo no puedo correr muy bien tampoco, y el perrito necesitará a alguien que lo entienda.

El hombre se mordió el labio y, con los ojos llenos de lágrimas, dijo:
- espero que cada uno de estos cachorritos tenga un dueño como tú.

En la vida no importa quiénes somos, sino que alguien nos aprecie por lo que somos, nos acepte y nos ame incondicionalmente.

EL PORTERO DEL PROSTÍBULO


No había peor oficio en el pueblo que ser “el portero del prostíbulo”  Pero ¿qué otra cosa podría hacer aquel hombre? De hecho, nunca había aprendido a leer ni a escribir, no tenía ninguna otra habilidad ni conocía otro oficio.
Un día, se hizo cargo del prostíbulo un joven negociante con muchas inquietudes, muy creativo y emprendedor y decidió modernizar el negocio.
Hizo cambios y citó a todo el personal para dar las nuevas instrucciones de su reglamento.
Al portero, le dijo: A partir de hoy, usted, además de estar en la puerta, va a preparar un informe semanal donde registrará la cantidad de personas que entran y además anotará sus comentarios y recomendaciones sobre el servicio.”
” Me encantaría complacerlo, señor, pero no se leer ni escribir.”
Le dijo el portero.
- “¿Cómo?… cuánto lo siento, pero indiscutiblemente tendré que prescindir de sus servicios, pues así no me es de utilidad”.
- “Pero señor, usted no me puede despedir, ¡yo he trabajado en esto toda mi vida!…”
- “Mire, yo comprendo y lo siento mucho, pero no puedo hacer nada por usted, le vamos a dar una indemnización y espero que le baste hasta que encuentre otro trabajo u oficio. De veras que lo lamento y que tenga buena suerte”. Sin más, se dio vuelta y se fue. El portero sintió que el mundo se le venía encima. ¿Qué voy hacer, Dios mío?…
Recordó que en el prostíbulo, cuando se rompía una silla o se arruinaba una mesa, el lograba hacer un arreglo sencillo y provisional.
Pensó que esta podría ser una ocupación transitoria hasta conseguir un empleo, pero solo contaba con unos clavos oxidados y una tenaza arruinada.
Entonces pensó que usaría parte del dinero de la indemnización para comprar una caja de herramientas completa.
Como en el pueblo no había ninguna ferretería, tenía que viajar dos días en mula para ir al pueblo mas cercano a realizar la compra. Ensilló el animal y emprendió el viaje.
Habiendo regresado ya a casa, cierto día un vecino llamó a su puerta:
“-¡Hola vecino!, vengo a ver si tiene un martillo que me pueda prestar”.
” Si, tengo uno, lo acabo de comprar pero lo necesito para trabajar-”
Entiendo, pero yo se lo devolvería mañana temprano”. “¡Esta bien! A la mañana siguiente, como había prometido, el vecino tocó la puerta.
“-Mire amigo, yo todavía necesito el martillo. ¿Por qué no me lo vende-?”
“-¡No puedo!, lo necesito para trabajar y además la ferretería está a dos días de camino-”
“-Hagamos un trato - dijo el vecino- Yo le pagaré los días de ida y vuelta mas el precio del martillo, total usted está sin trabajar. ¿Qué le parece-?”
Realmente, esto le daba trabajo por cuatro días y aceptó. Volvió a montar su mula y a su regreso, otro vecino lo esperaba en la puerta de su casa.
“-¡Hola, vecino! Usted le vendió un martillo a mi amigo, vengo a decirle que yo necesito unas herramientas y estoy dispuesto a pagarle sus cuatro días de viaje, mas una pequeña ganancia… mire, no dispongo de tiempo para el viaje.-”
El ex-portero abrió su caja de herramientas y su vecino eligió una pinza, un destornillador, un martillo y un cincel. Le pagó y se fue.
Mientras iba por el camino recordaba las palabras de su vecino:
“-No dispongo de cuatro días para ir a comprar las herramientas.-”
Si esto era cierto, mucha gente podría necesitar que él viajara para traer herramientas.
En el viaje siguiente, arriesgó un poco mas de dinero trayendo más herramientas de las que había vendido. De paso, podría ahorrar algún tiempo en viajes. La voz empezó a divulgarse por el pueblo y muchos quisieron evitarse el viaje.
Una vez por semana, el ahora corredor de herramientas viajaba y compraba lo que necesitaban sus clientes.
Con el tiempo alquiló un galpón para almacenar las herramientas y algunas semanas después, adaptó una vidriera y el galpón se transformó en la primera ferretería del pueblo.
Todos estaban contentos y compraban en su negocio.
Ya no viajaba, los fabricantes le enviaban sus pedidos, el era un buen cliente. Con el tiempo, las comunidades cercanas preferían comprar en su ferretería y ganarse los días de camino.
Un día, se le ocurrió que su amigo el tornero, podría fabricarle las cabezas de los martillos.
Y luego, ¿por qué no?, las tenazas… las pinzas… los cinceles… y luego fueron los clavos y los tornillos…
En diez años, aquel hombre se transformó en millonario con su trabajo como fabricante de herramientas.
Un día decidió donar una escuela a su pueblo. En ella, además de leer y escribir, se enseñarían las artes y oficios más prácticos del momento.
En el acto de inauguración de la escuela, el alcalde le entregó las llaves de la ciudad, hizo que cortara la cinta, lo abrazó y le dijo:
“-Es un gran orgullo para nosotros agradecerle por este gesto tan meritorio para nuestra comunidad el que usted nos haya donado esta escuela; le pedimos nos conceda el honor de poner su firma en la primera hoja del libro de actas.-”
“-El honor sería para mi.-” dijo el hombre.
“-Nada me gustaría más que firmar allí, pero no se leer ni escribir; soy totalmente analfabeto.-”
“-¿Usted iletrado?…-” dijo el Alcalde que no alcanzaba a creerlo.
“-¿Usted construyó un imperio industrial sin saber leer ni escribir? ¡Estoy realmente asombrado!” “Me pregunto, ¿qué hubiera sido de usted si hubiera sabido leer y escribir?-”
“-Yo se lo puedo contestar-” respondió el hombre con calma.

“-Si yo hubiera sabido leer y escribir… ¡sería el portero del prostíbulo!-”


Moraleja
- Generalmente los cambios son vistos como adversidades, pero las adversidades siempre encierran bendiciones.
- Las crisis están llenas de oportunidades.
- Todo cambio pasa para nuestro bien y lo que consideramos una desgracia hoy, puede ser la gran oportunidad que transformará nuestra vida para siempre.

EL REGALO FURTIVO


Un chico había nacido con una enfermedad que no tenía cura. A sus 17 años, podía morir en cualquier momento. Siempre había permanecido en casa, al cuidado de su madre, pero estaba harto y decidió salir solo por una vez. Visitó muchos almacenes y, al pasar por uno de música, vio a una jovencita primorosa de su misma edad. Fue amor a primera vista. Abrió la puerta y entró sin mirar nada que no fuera ella.

Acercándose poco a poco, llegó al mostrador donde se encontraba la chica, que lo miró y le dijo, con una sonrisa:
-¿Te puedo ayudar en algo?
El pensó que era la sonrisa más hermosa que había visto en toda su vida. Sintió deseos de besarla en ese instante. Tartamudeando, le dijo:
--si, eeehhh, uuuhhh... me gustaría comprar un disco -y sin pensarlo, tomó el primero que vio y le dio el dinero.
-¿Quieres que te lo envuelva? -preguntó la joven, sonriendo de nuevo.
El asintió con la cabeza y ella fue a la oficina, para volver con el paquete envuelto. Lo tomó y se fue.

Desde entonces, todos los días visitaba la tienda y compraba un disco. La muchacha siempre lo envolvía, y él se lo llevaba y lo guardaba en su closet. Era muy tímido para invitarla a salir y, aunque trataba, no podía. Su mamá se dio cuenta y le dio ánimo, así que al día siguiente él se armó de coraje y se dirigió a la tienda. Compró un disco y, como siempre, ella se fue a envolverlo. Él tomó el paquete y, mientras la joven no lo miraba, dejó su número de teléfono en el mostrador y salió corriendo.

Al otro día, repicó el teléfono de la casa y la mamá contestó. Era la muchacha del almacén, preguntando por su hijo. La señora comenzó a llorar y le dijo:
-¿No lo sabes? Murió ayer.

Hubo un silencio prolongado, roto solamente por los sollozos de la madre. Días más tarde, la señora entró en el cuarto de su hijo.
Al abrir el clóset, se topó con montones de cajitas en papel de regalo. Como esto le causó curiosidad, tomó uno de los paquetes y se sentó sobre la cama para abrirlo. Al hacerlo, un pequeño pedazo de papel salió de la cajita plástica. Era una nota que decía:
"¡Hola! Estás muy guapo. ¿Quieres salir conmigo? Te quiere, Sofía".

Con emoción, la madre abrió otro paquete, y otro, y otro, y al hacerlo encontró muchas notas; todas decían lo mismo con distintas palabras.

Así es la vida: no espere demasiado para decirle a ese alguien especial lo que siente. Dígalo hoy mañana puede ser muy tarde.

EL TELEVISOR


Mientras oraba antes de acostarse, un niño pidió con devoción:

"Señor, esta noche te pido algo especial: conviérteme en un televisor. Quisiera ocupar su lugar. Quisiera vivir lo que vive la tele de mi casa. Es decir, tener un cuarto especial para mí y reunir a todos los miembros de la familia a mí alrededor.

"Ser tomado en serio cuando hablo. Convertirme en el centro de atención y ser aquel al que todos quieren escuchar sin interrumpirlo ni cuestionarlo. Quisiera sentir el cuidado especial que recibe la tele cuando algo no funciona.

"Y tener la compañía de mi papá cuando llega a casa, aunque este cansado del trabajo. Y que mi mamá me busque cuando esté sola y aburrida, en lugar de ignorarme. Y que mis hermanos se peleen por estar conmigo.
"Y que pueda divertirlos a todos, aunque a veces no les diga nada. Quisiera vivir la sensación de que lo dejen todo por pasar unos momentos a mi lado".
"Señor, no te pido mucho. Sólo vivir lo que vive cualquier televisión".

EL VIOLÍN DE PAGANINI


Hubo un gran violinista llamado Paganini. Algunos decían que era una persona extraña. Otros, que había en él algo sobrenatural. Las notas mágicas que salían de su violín tenían un sonido diferente, y por eso nadie quería perder la oportunidad de verlo tocar.

Una noche, el escenario estaba repleto de admiradores preparados para recibirlo. La orquesta entró y fue aplaudida. El director entró y recibió una gran ovación. Pero cuando la figura de Paganini surgió, triunfante, el público deliró. El violinista se puso el instrumento en el hombro, y lo que siguió fue indescriptible: blancas y negras, fusas y semifusas, corcheas y semicorcheas parecían tener alas y volar al toque de aquellos dedos encantados.

De repente, un sonido extraño interrumpió el ensueño de la platea: una de las cuerdas del violín de Paganini se había roto. El director paró. La orquesta se calló. El público estaba en suspenso. Pero Paganini no se detuvo. Mirando su partitura, continuó extrayendo sonidos deliciosos de su violín atrofiado. El director y la orquesta, admirados, volvieron a tocar.

Cuando el público se tranquilizó, de repente otro son-ido perturbador atrajo su atención. Otra cuerda del violín se rompió. El director y la orquesta pararon de nuevo, mas Paganini continuó como si nada hubiera ocurrido. Impresionados, los músicos volvieron a tocar.

Pero el público no podía imaginar lo que iba a ocurrir a continuación. Todos los asistentes, asombrados, gritaron un "¡oohhh! " que retumbó por la sala: otra cuerda del violín se había roto. El director y la orquesta se detuvieron. La respiración del público cesó. Pero Paganini seguía: como un contorsionista musical, arrancaba todos los sonidos posibles de la única cuerda que le quedaba al destruido violín. El director, embelesado, se animó, y la orquesta volvió a tocar con mayor entusiasmo. El público iba del silencio a la euforia, de la inercia al delirio.

Paganini alcanzó la gloria, y su nombre corrió a través del tiempo. No fue apenas un violinista genial, sino el símbolo del profesional que continúa adelante aun ante lo imposible.

Cuando todo parece derrumbarse, démonos una oportunidad y sigamos adelante; despertemos al Paganini que existe en nuestro interior.

¨ La celebridad es el arte de continuar donde otros resuelven parar¨

EMPUJA LA VAQUITA


Un sabio maestro paseaba por el bosque con su fiel discípulo, cuando vio a lo lejos un sitio de apariencia pobre, y decidió hacer una breve visita. Durante la caminata le comentó al aprendiz sobre la importancia de conocer lugares y personas, y sobre las oportunidades de aprendizaje que nos brindan estas experiencias.

La casa era de madera y sus habitantes, una pareja y sus tres hijos, vestían ropas sucias y rasgadas, y estaban descalzos. El maestro se aproximó al señor, aparentemente el padre de familia, y le dijo:
-En este lugar no existen posibilidades de trabajo ni puntos de comercio, ¿cómo hacen usted y su familia para sobrevivir?

El hombre respondió calmadamente:
-Amigo mío, nosotros tenemos una vaquita que nos da varios litros de leche todos los días. Parte de la leche la vendemos o la cambiamos por otros alimentos en la ciudad vecina, y con la restante elaboramos queso, cuajada y otros productos para nuestro consumo. Así es como vamos sobreviviendo.

El sabio agradeció la información y contempló el lugar por un momento, antes de despedirse y partir. A mitad de camino le ordenó a su fiel discípulo:
-¡Busca la vaquita, llévala al precipicio y empújala!

El joven lo miró espantado y le replicó que ese animal era el medio de subsistencia de la familia. Como percibió el silencio absoluto del maestro, cumplió la orden: empujó a la vaquita al barranco, y la vio morir. Aquella escena quedó grabada en su memoria.

Un día, el discípulo resolvió abandonar todo lo que había aprendido y regresar a aquel lugar para contarle la verdad a la familia y pedirle perdón. Así lo hizo, y a medida que se aproximaba veía todo muy bonito, diferente de como lo recordaba. Se sintió triste, imaginando que aquella humilde familia había debido vender su terreno para sobrevivir. Aceleró el paso y, al llegar, fue recibido por un señor muy simpático, al cual preguntó por las personas que vivían en ese lugar cuatro años atrás. El hombre le respondió que allí seguían.
Sobrecogido, el joven entró corriendo a la casa y confirmó que era la misma familia que había visitado algunos años antes con el maestro. Elogió el lugar y le preguntó al señor, el dueño de la vaquita:
-¿Cómo hizo para mejorar este lugar y cambiar de vida?

Emocionado, el hombre le respondió:
-Nosotros teníamos una vaquita que cayó por el precipicio y murió. De ahí en adelante nos vimos en la necesidad de hacer otras cosas y desarrollar otras habilidades que no sabíamos que teníamos; así alcanzamos el éxito que sus ojos ven ahora.

Esta es la realidad de lo que se ha llamado zona de confort. Estamos tan conformes con el estado de cosas que nos rodea que no desarrollamos otras posibilidades. Sólo necesitamos un evento sorpresivo para darnos cuenta de que la seguridad puede ser nuestra peor consejera y de que nos impide ver el horizonte.

FORTUNAS DEL CAMPO



Cierta vez un acaudalado padre de familia llevo a su hijo a un viaje por el campo con el firme propósito de que este viera cuán pobres eran ciertas personas y comprendiera el valor de las cosas y lo afortunados que eran ellos. Estuvieron un día y una noche en la granja de una familia campesina muy humilde. Al concluir el viaje, ya de regreso en casa, le preguntó a su hijo:
-¿Que te pareció el viaje?
-¡Muy bonito, papá!
-¿Viste qué tan pobre y necesitada puede ser la gente?
-Si.
-¿Y qué aprendiste?
-Vi que nosotros tenemos un perro en casa, ellos tienen cuatro. Nosotros tenemos una piscina de veinticinco metros, ellos un riachuelo sin fin. Nosotros tenemos lámparas importadas en el patio, ellos tienen las estrellas. Nuestro patio llega hasta el muro de la casa, el de ellos hasta el horizonte. Especialmente, papá vi que ellos tienen tiempo para conversar y convivir en familia. Tú y mi mamá deben trabajar todo el tiempo y casi nunca los veo.
El padre se quedó mudo y el niño agregó:
-Gracias, papá, por enseñarme lo ricos que podríamos llegar a ser.

HUELLAS EN EL CORAZÓN


Un hombre joven se situó en el centro de un poblado y proclamó que poseía el corazón mas hermoso de toda la comarca. Una gran multitud se congregó a su alrededor: todos confirmaron, admirados, que ese corazón era perfecto, pues no se observaban en él manchas ni rasguños; coincidieron en que era el corazón más hermoso que hubieran visto.

Al saberse admirado, el joven se sintió más orgulloso aún, y con mayor convicción afirmó que el suyo era el corazón más hermoso de todo el lugar. De pronto un anciano salió de la multitud y le habló:
-¿Por qué dices eso? Tu corazón no es tan hermoso como el mío.

Con sorpresa, la multitud y el joven miraron el corazón del viejo y vieron que, si bien latía vigorosamente, estaba cubierto de cicatrices, incluso había agujeros y zonas donde faltaban trozos que habían sido reemplazados por otros que no correspondían, pues se veían los bordes disparejos. El joven se echó a reír.
-Debes estar bromeando -dijo-. Comparar tu corazón con el mío... El mío es perfecto. En cambio, el tuyo es un montón de cicatrices y dolor.

-Es cierto -replicó el anciano-: tu corazón luce perfecto, pero yo jamás me comprometería contigo. Mira, cada cicatriz representa una persona a la cual entregué todo mi amor. Me arranqué trozos del corazón para dárselos a cada uno de aquellos a quienes he amado. Muchos, a su vez, me han obsequiado trozos del suyo, que he puesto en el lugar que quedó abierto. Como las piezas no eran iguales, se ven estos bordes disparejos, de los cuales me alegro porque me recuerdan el amor que he compartido. También hubo oportunidades en las cuales entregué un trozo de mi corazón a alguien, pero esa persona no me ofreció nada a cambio: entonces ahí quedaron estos vacíos. A pesar del dolor que las heridas me producen, me recuerdan que sigo amando a esas personas y alimentan la esperanza de que algún día tal vez regresen y llenen el vacío que han dejado. ¿Comprendes ahora lo que es verdaderamente hermoso? -remató el anciano.

El joven permaneció en silencio, pero lágrimas corrían por sus mejillas. Se acercó al anciano se arrancó un trozo del corazón y se lo ofreció. El anciano lo recibió y lo puso en su corazón, le quitó un trozo y con él tapó la herida abierta del joven. La pieza se amoldó, pero no a la perfección: se notaban los bordes.

El joven miró su corazón, que ya no era perfecto pero lucía mucho más hermoso que antes, porque el amor fluía en su interior.
Y su corazón, ¿cómo es?

IMAGINAR SOLUCIONES


En una tarde nublada y fría, dos niños patinaban sin preocupación sobre una laguna congelada. De repente el hielo se rompió, y uno de ellos cayó al agua. El otro cogió una piedra y comenzó a golpear el hielo con todas sus fuerzas, hasta que logró quebrarlo y así salvar a su amigo.

Cuando llegaron los bomberos y vieron lo que había sucedido, se preguntaron: "¿Cómo lo hizo? El hielo está muy grueso, es imposible que haya podido quebrarlo con esa piedra y sus manos tan pequeñas..."

En ese instante apareció un abuelo y, con una sonrisa, dijo:
-Yo sé cómo lo hizo.
-¿Cómo? -le preguntaron.
-No había nadie a su alrededor para decirle que no podía hacerlo.

Einstein dijo: Si lo puedes imaginar, lo puedes lograr.

LA CARRETA VACÍA


Cierta mañana, mi padre me invitó a dar un paseo por el bosque y yo acepté con placer. Se detuvo en una curva y después de un pequeño silencio me preguntó:
-Además del cantar de los pájaros, ¿escuchas algo?
Agucé mis oídos y algunos segundos después le respondí:
-Estoy escuchando el ruido de una carreta.
-Eso es -dijo mi padre-. Es una carreta vacía.
-¿Cómo sabes que está vacía, si aún no la vemos? -le pregunté.
Y él respondió:
-Es muy fácil saber que una carreta está vacía, por causa del ruido. Cuanto menos cargada está una carreta, mayor es el ruido que hace.
Me convertí en adulto y aún hoy, cuando veo a una persona hablando demasiado, a una persona inoportuna, que interrumpe la conversación de todo el mundo, tengo la impresión de oír la voz de mi padre diciendo:

Cuanto menos cargada está una carreta, mayor es el ruido que hace.

LA CASA IMPERFECTA


Un maestro de construcción ya entrado en años estaba listo para retirarse a disfrutar su pensión de jubilación. Le contó a su jefe acerca de sus planes de dejar el trabajo para llevar una vida más placentera con su esposa y su familia. Iba a extrañar su salario mensual, pero necesitaba retirarse; ya se las arreglarían de alguna manera.

El jefe se dio cuenta de que era inevitable que su buen empleado dejara la compañía y le pidió, como favor personal, que hiciera el último esfuerzo: construir una casa más. El hombre accedió y comenzó su trabajo, pero se veía a las claras que no estaba poniendo el corazón en lo que hacia. Utilizaba materiales de inferior calidad, y su trabajo, lo mismo que el de sus ayudantes, era deficiente. Era una infortunada manera de poner punto final a su carrera.

Cuando el albañil terminó el trabajo, el jefe fue a inspeccionar la casa y le extendió las llaves de la puerta principal. "Esta es tu casa, querido amigo ---dijo-. Es un regalo para ti".

Si el albañil hubiera sabido que estaba construyendo su propia casa, seguramente la hubiera hecho totalmente diferente. ¡Ahora tendría que vivir en la casa imperfecta que había construido!

Construimos nuestras vidas de manera distraída, reaccionando cuando deberíamos actuar, y sin poner en esa actuación lo mejor de nosotros. Muchas veces, ni siquiera hacemos nuestro mejor esfuerzo en el trabajo. Entonces de repente vemos la situación que hemos creado y descubrimos que estamos viviendo en la casa que hemos construido. Sí lo hubiéramos sabido antes, la habríamos hecho diferente.

La conclusión es que debemos pensar como si estuviésemos construyendo nuestra casa. Cada día clavamos un clavo, levantamos una pared o edificamos un techo. Construir con sabiduría es la única regla que podemos reforzar en nuestra existencia. Inclusive si la vivimos sólo por un día, ese día merece ser vivido congracia y dignidad.

La vida es como un proyecto de hágalo-usted-mismo. Su vida, ahora, es el resultado de sus actitudes y elecciones del pasado. ¡Su vida de mañana será el resultado de sus actitudes y elecciones de hoy!

LA FELICIDAD ES EL CAMINO


Nos convencemos de que la vida será mejor después de cumplir los 18 años, después de casarnos, después de conseguir un mejor empleo, después de tener un hijo, después de tener otro...

Entonces nos sentimos frustrados porque nuestros hijos no son lo suficientemente grandes, y pensamos que nos sentiremos felices cuando lo sean. Después nos lamentamos porque son adolescentes difíciles de tratar; ciertamente, nos sentiremos más felices cuando salgan de esa etapa.

Nos decimos que nuestra vida será completa cuando a nuestro(a) esposo(a) le vaya mejor, cuando tengamos un mejor carro o una mejor casa, cuando podamos ir de vacaciones, cuando estemos retirados.
La verdad es que no hay mejor momento que este para ser felices. Si no es ahora, ¿cuándo?
Una de nuestras frases favoritas es de Alfred de Souza: "Por largo tiempo parecía para mi que la vida estaba a punto de comenzar, la vida de verdad. Pero siempre había un obstáculo en el camino, algo que resolver primero, algún asunto sin terminar, tiempo por pasar, una deuda que pagar; entonces la vida comenzaba.
Hasta que me di cuenta de que estos obstáculos eran mi vida".

Esta perspectiva nos ha ayudado a ver que no hay camino a la felicidad: la felicidad es el camino. Debemos atesorar cada momento, mucho más cuando lo compartimos con alguien especial, y recordar que el tiempo no espera a nadie.

No espere hasta terminar la escuela, hasta volver a la escuela, hasta bajar diez libras, hasta tener hijos, hasta que los hijos vayan a la escuela, hasta que se case, hasta que se divorcie, hasta el viernes por la noche, hasta el domingo por la mañana, hasta la primavera, el verano, el otoño o el invierno, o hasta que muera, para aprender que no hay mejor momento que este para ser feliz. La felicidad es un trayecto, no un destino.

Trabaja como si no necesitaras dinero, ama como si nunca te hubieran herido y baila como si nadie te estuviera viendo.

LA FELICIDAD ESCONDIDA


Un poco antes de que la humanidad existiera, se reunieron varios duendes para hacer una travesura. Uno de ellos dijo:
-Debemos quitarles algo a los seres humanos, pero, ¿qué?
Después de mucho pensar, uno dijo:
-¡Ya sé! Vamos a quitarles la felicidad. El problema es dónde esconderla para que no puedan encontrarla.
Propuso el primero:
-Vamos a esconderla en la cima del monte más alto del mundo.
-No, recuerda que tienen fuerza; alguno podría subir y encontrarla, y si la encuentra uno, ya todos sabrán dónde está -replicó otro.
Se escuchó una nueva propuesta:
-Entonces vamos a esconderla en el fondo del mar.
Otro señaló:
-No, no olvides que son curiosos, alguno podría construir un aparato para bajar, y entonces la encontrarán.

-Escondámosla en un planeta bien lejano de la Tierra -propuso otro.
-No -le dijeron. Recuerda que les dieron inteligencia, y un día alguno va a construir una nave para viajar a otros planetas y la va a descubrir, y entonces todos tendrán felicidad.

El duende más veterano, que había permanecido en silencio escuchando atentamente cada una de las propuestas, dijo:
-Creo saber dónde ponerla para que nunca la encuentren.

Todos voltearon asombrados y preguntaron al unísono:
-¿Dónde?
-La esconderemos dentro de ellos mismos; estarán tan ocupados buscándola afuera que nunca la encontrarán.

Todos estuvieron de acuerdo, y desde entonces ha sido así: el hombre se pasa la vida buscando la felicidad sin saber que la lleva consigo.

LA HORMIGUITA Y LA CIGARRA (muy buena versión actualizada)


Había una vez una Hormiguita y una Cigarra que eran muy amigas………….
Durante todo el otoño la Hormiguita trabajó sin parar, almacenando comida para el invierno.
No aprovechó el sol, la brisa suave del fin de tarde, ni de la charla con amigos tomando una cervecita después de un día de labor.

Mientras, la Cigarra solo andaba cantando con los amigos en los bares de la ciudad, no desperdició ni un minuto siquiera, cantó durante todo el otoño, bailó, aprovechó el sol, disfrutó muchísimo sin preocuparse con el mal tiempo que estaba por venir.

Pasados unos días empezó el frío, la Hormiguita, exhausta de tanto trabajar se metía en su pobre guarida repleta hasta el techo de comida. Pero, alguien la llamo por su nombre desde afuera y cuando abría la puerta tuvo una sorpresa cuando vio a su amiga Cigarra dentro de un Ferrari y con un valioso abrigo de pieles La

Cigarra le dice:
Hola amiga! Voy a pasar el invierno en Paris. ¿podrás cuidar de mi casita?
La Hormiguita respondió:
Pero claro! Sin problemas. Pero ¿que ocurrió? ¿Donde conseguiste el dinero para ir a Paris, comprar este Ferrari, Y ese abrigo tan bonito y caro?
Y la Cigarra respondió:
Imagínate que yo estaba cantando en un bar la semana pasada y a un productor le gustó mi voz. Firma© un contrato para hacer un show en Paris. A propósito, ¿necesitas algo de allá?
Si, dijo la Hormiguita. Si te encuentras con J. La Fontaine (autor de la fábula original), MANDALO DE MI PARTE A LA MIERDA.
Moraleja: Aproveche la vida, dosifique el trabajo y la diversión, pues trabajar demasiado solo trae beneficios en las fábulas de La Fontaine. Trabaje, pero disfrute de la vida, ella es única. Si no encuentra su media naranja, no se desanime, busque un medio limón, póngale azúcar, aguardiente y hielo y sea feliz!
¡Y recuerde: vivir solo para trabajar hace muy bien…..al patrimonio del Patrón!

LA MARIONETA


Si por un instante Dios se olvidara de que soy una marioneta de trapo, y me regalara un trozo de vida,

Posiblemente no diría todo lo que pienso, pero en definitiva pensaría todo lo que digo.

Daría valor a las cosas no por lo que valen, sino por lo que significan.

Dormiría poco y soñaría mas; entiendo que por cada minuto que cerramos los ojos, perdemos sesenta segundos de luz.

Andaría cuando los demás se detienen, despertaría cuando los demás duermen, escucharía mientras los demás hablan y cómo disfrutaría de un buen helado de chocolate...

Si Dios me obsequiara un trozo de vida, vestiría sencillo y me tiraría de bruces al sol, dejando al descubierto no solamente mi cuerpo, sino mi alma.
Dios mío, si yo tuviera un corazón escribiría mi odio sobre el hielo, y esperaría a que saliera el sol.

Pintaría con un sueño de Van Gogh sobre las estrellas un poema de Benedetti; y una canción de Serrat seria la serenata que le ofrecería a la luna. Regaría con mis lágrimas las rosas, para sentir el dolor de sus espinas y el encarnado beso de sus pétalos.

Dios mío, si yo tuviera un trozo de vida...

No dejaría pasar un solo día sin decirle a la gente que quiero, que la quiero.

Convencería a cada mujer y hombre de que son mis favoritos y viviría enamorado del amor.

A los hombres les probaría cuán equivocados estar pensar que dejan de enamorarse. Cuando envejecen, sin saber que envejecen cuando dejan de enamorarse.

A los niños les daría alas, pero dejaría que aprendiesen a volar solos.

A los viejos, a mis viejos, les enseñaría que la muerte no llega con la vejez sino con el olvido.

Tantas cosas he aprendido de ustedes, los hombres...

He aprendido que todo el mundo quiere vivir en la cima de la montaña, sin saber que la verdadera felicidad está en la forma de subir.

He aprendido que cuando un recién nacido aprieta con su pequeño puño por vez primera el dedo de su madre, lo tiene atrapado para siempre.

He aprendido que un hombre únicamente tiene derecho de mirar a otro hombre hacia abajo cuando ha de ayudarlo a levantarse.

Son tantas cosas las que he podido aprender de ustedes, los hombres, pero finalmente no me servirán de mucho porque cuando me guarden dentro de esta maleta con las demás marionetas, estaré muriendo...

LA MARIPOSA PERDIDA


Dijo un niño: "Dios, habla conmigo".
Y entonces una alondra del campo cantó, pero el niño no la escuchó.
El niño exclamó: "¡Dios, háblame!"
Y un trueno resonó por todo el cielo, pero el niño no lo escuchó.
El niño miró a su alrededor y dijo: "Dios, déjame mirarte".
Y una estrella se iluminó, radiante, pero el niño no se dio cuenta.
Y el niño gritó de nuevo: "Dios, Muéstrame un milagro".
Y una vida nació de un huevo, pero el niño no lo notó.
Llorando desesperadamente, dijo: "Tócame, Dios, para saber que estás conmigo".
Dios se inclinó y tocó al niño. Pero él se sacudió la mariposa.

Muchas veces las cosas que pasamos por alto son aquellas que hemos estado buscando.

LA LUCHA DE LA MARIPOSA



Un hombre encontró un capullo de una mariposa y se lo llevó a casa para poder ver a la mariposa cuando saliera del capullo. Un día vio que había un pequeño orificio y entonces se sentó a observar por varias horas, viendo que la mariposa luchaba por abrirlo mas grande y poder salir.
El hombre vio que la mariposa forcejeaba duramente para poder pasar su cuerpo a través del pequeño agujero, hasta que llegó un momento en el que pareció haber cesado de forcejear, pues aparentemente no progresaba en su intento. Parecía que se había atascado. Entonces el hombre, en su bondad, decidió ayudar a la mariposa y con una pequeña tijera cortó al lado del agujero para hacerlo más grande y ahí fue que por fin la mariposa pudo salir del capullo.

Sin embargo, al salir la mariposa tenía un cuerpo muy hinchado y unas alas pequeñas y dobladas. El hombre continuó observando, pues esperaba que en cualquier instante las alas se desdoblarían y crecerían lo suficiente para soportar al cuerpo, el cual se contraería al reducir lo hinchado que estaba.

Ninguna de las dos situaciones sucedieron y la mariposa solamente podía arrastrarse en círculos con su cuerpecito hinchado y sus alas dobladas. Nunca pudo llegar a volar. Lo que el hombre en su bondad y apuro no entendió, fue que la restricción de la apertura del capullo y la lucha requerida por la mariposa, para salir por el diminuto agujero, era la forma en que la naturaleza forzaba fluidos del cuerpo de la mariposa hacia sus alas, para que estuviesen grandes y fuertes y luego pudiese volar.

La libertad y el volar solamente podían llegar luego de la lucha. Al privar a la mariposa de la lucha, también le fue privada su salud. Algunas veces las luchas son lo que necesitamos en la vida. Si la naturaleza nos permitiese progresar por nuestras vidas sin obstáculos, nos convertiría en inválidos. No podríamos crecer y ser tan fuertes como podríamos haberlo sido.

Cuánta verdad hay en esto! Cuántas veces hemos querido tomar el camino corto para salir de dificultades, tomando esas tijeras y recortando el esfuerzo para poder ser libres.
Necesitamos recordar que nunca recibimos más de lo que podemos soportar y que a través de nuestros esfuerzos y caídas, somos fortalecidos.

LA PAZ PERFECTA


Cierto rey prometió un gran premio a aquel artista que pudiera captar en una pintura la paz perfecta. Muchos lo intentaron. El rey observó y admiró todas las obras, pero solamente hubo dos que en verdad le gustaron.
La primera mostraba un lago muy tranquilo  espejo perfecto donde se reflejaban las montañas circundantes. Sobre ellas se encontraba un cielo azul con tenues nubes blancas. Todos los que miraron esta pintura estuvieron de acuerdo en que reflejaba la paz perfecta.

La segunda también tenía montañas, pero estas eran escabrosas. Sobre ellas había un cielo oscuro, del cual cala un impetuoso aguacero con rayos y truenos. Montaña abajo parecía retumbar un espumoso torrente de agua.

Esta imagen no se revelaba para nada pacifica. Pero cuando el rey analizó el cuadro más cuidadosamente, observó que tras la cascada, en una grieta, crecía un delicado arbusto. En él había un nido y allí, en medio del rugir de la violenta calda de agua, un pajarito.

¿Cuál cree usted que fue la pintura ganadora? El rey escogió la segunda.

La paz -explicó- no significa estar en un lugar sin ruidos, sin problemas, sin dolor. Significa que, aun en medio de estas circunstancias, nuestro corazón puede permanecer en calma.

LA PREGUNTA MÁS IMPORTANTE


En cierta ocasión, durante mi segundo semestre en la escuela de enfermería, el profesor nos hizo un examen sorpresa. Lee rápidamente todas las preguntas, hasta llegar a la última:
"¿Cómo se llama la mujer que limpia la escuela?"

Seguramente era una broma. Yo había visto muchas veces a la mujer que limpiaba la escuela. Era alta, de cabello oscuro, unos 50 años, pero, ¿cómo iba a saber su nombre? Entregué el examen sin contestar la última pregunta.

Antes de que terminara la clase, alguien le preguntó al profesor si esa pregunta contaría para la calificación. "Definitivamente -contestó-. En sus carreras ustedes conocerán a muchas personas. Todas son importantes. Ellas merecen su atención y cuidado, aun si ustedes sólo les sonríen y dicen: ¡Hola!"

Nunca olvidé esa lección, y supe luego que su nombre era Dorothy. Todos somos importantes.
Este es un curso acelerado de relaciones humanas en el trabajo. A propósito, ¿ya se hizo la misma pregunta?

LA RANITA SORDA


Un grupo de ranas viajaba por el bosque, cuando de repente dos de ellas cayeron en un pozo profundo. Las demás se reunieron alrededor del agujero y, cuando vieron lo hondo que era, le dijeron a las caídas que, para efectos prácticos, debían darse por muertas. Sin embargo, ellas seguían tratando de salir del hoyo con todas sus fuerzas. Las otras les decían que esos esfuerzos serían inútiles.

Finalmente, una de las ranas atendió a lo que las demás decían se dio por vencida y murió. La otra continuó saltando con tanto esfuerzo como le era posible. La multitud le gritaba que era inútil pero la rana seguía saltando, cada vez con más fuerza, hasta que finalmente salió del hoyo. Las otras le preguntaron: "¿No escuchabas lo que te decíamos?" La ranita les explicó que era sorda, y creía que las demás la estaban animando desde el borde a esforzarse más y más para salir del hueco.

La palabra tiene poder de vida y de muerte. Una voz de aliento a alguien que se siente desanimado puede ayudarle a terminar el día, mientras que una palabra negativa puede acabar por destruirlo. Cualquiera puede decir palabras que roben a los demás el espíritu que les permite seguir la lucha en medio de tiempos difíciles. Tengamos cuidado con lo que decimos, pero sobre todo con lo que escuchamos.