lunes, 24 de septiembre de 2012

LA FELICIDAD ESCONDIDA


Un poco antes de que la humanidad existiera, se reunieron varios duendes para hacer una travesura. Uno de ellos dijo:
-Debemos quitarles algo a los seres humanos, pero, ¿qué?
Después de mucho pensar, uno dijo:
-¡Ya sé! Vamos a quitarles la felicidad. El problema es dónde esconderla para que no puedan encontrarla.
Propuso el primero:
-Vamos a esconderla en la cima del monte más alto del mundo.
-No, recuerda que tienen fuerza; alguno podría subir y encontrarla, y si la encuentra uno, ya todos sabrán dónde está -replicó otro.
Se escuchó una nueva propuesta:
-Entonces vamos a esconderla en el fondo del mar.
Otro señaló:
-No, no olvides que son curiosos, alguno podría construir un aparato para bajar, y entonces la encontrarán.

-Escondámosla en un planeta bien lejano de la Tierra -propuso otro.
-No -le dijeron. Recuerda que les dieron inteligencia, y un día alguno va a construir una nave para viajar a otros planetas y la va a descubrir, y entonces todos tendrán felicidad.

El duende más veterano, que había permanecido en silencio escuchando atentamente cada una de las propuestas, dijo:
-Creo saber dónde ponerla para que nunca la encuentren.

Todos voltearon asombrados y preguntaron al unísono:
-¿Dónde?
-La esconderemos dentro de ellos mismos; estarán tan ocupados buscándola afuera que nunca la encontrarán.

Todos estuvieron de acuerdo, y desde entonces ha sido así: el hombre se pasa la vida buscando la felicidad sin saber que la lleva consigo.

LA HORMIGUITA Y LA CIGARRA (muy buena versión actualizada)


Había una vez una Hormiguita y una Cigarra que eran muy amigas………….
Durante todo el otoño la Hormiguita trabajó sin parar, almacenando comida para el invierno.
No aprovechó el sol, la brisa suave del fin de tarde, ni de la charla con amigos tomando una cervecita después de un día de labor.

Mientras, la Cigarra solo andaba cantando con los amigos en los bares de la ciudad, no desperdició ni un minuto siquiera, cantó durante todo el otoño, bailó, aprovechó el sol, disfrutó muchísimo sin preocuparse con el mal tiempo que estaba por venir.

Pasados unos días empezó el frío, la Hormiguita, exhausta de tanto trabajar se metía en su pobre guarida repleta hasta el techo de comida. Pero, alguien la llamo por su nombre desde afuera y cuando abría la puerta tuvo una sorpresa cuando vio a su amiga Cigarra dentro de un Ferrari y con un valioso abrigo de pieles La

Cigarra le dice:
Hola amiga! Voy a pasar el invierno en Paris. ¿podrás cuidar de mi casita?
La Hormiguita respondió:
Pero claro! Sin problemas. Pero ¿que ocurrió? ¿Donde conseguiste el dinero para ir a Paris, comprar este Ferrari, Y ese abrigo tan bonito y caro?
Y la Cigarra respondió:
Imagínate que yo estaba cantando en un bar la semana pasada y a un productor le gustó mi voz. Firma© un contrato para hacer un show en Paris. A propósito, ¿necesitas algo de allá?
Si, dijo la Hormiguita. Si te encuentras con J. La Fontaine (autor de la fábula original), MANDALO DE MI PARTE A LA MIERDA.
Moraleja: Aproveche la vida, dosifique el trabajo y la diversión, pues trabajar demasiado solo trae beneficios en las fábulas de La Fontaine. Trabaje, pero disfrute de la vida, ella es única. Si no encuentra su media naranja, no se desanime, busque un medio limón, póngale azúcar, aguardiente y hielo y sea feliz!
¡Y recuerde: vivir solo para trabajar hace muy bien…..al patrimonio del Patrón!

LA MARIONETA


Si por un instante Dios se olvidara de que soy una marioneta de trapo, y me regalara un trozo de vida,

Posiblemente no diría todo lo que pienso, pero en definitiva pensaría todo lo que digo.

Daría valor a las cosas no por lo que valen, sino por lo que significan.

Dormiría poco y soñaría mas; entiendo que por cada minuto que cerramos los ojos, perdemos sesenta segundos de luz.

Andaría cuando los demás se detienen, despertaría cuando los demás duermen, escucharía mientras los demás hablan y cómo disfrutaría de un buen helado de chocolate...

Si Dios me obsequiara un trozo de vida, vestiría sencillo y me tiraría de bruces al sol, dejando al descubierto no solamente mi cuerpo, sino mi alma.
Dios mío, si yo tuviera un corazón escribiría mi odio sobre el hielo, y esperaría a que saliera el sol.

Pintaría con un sueño de Van Gogh sobre las estrellas un poema de Benedetti; y una canción de Serrat seria la serenata que le ofrecería a la luna. Regaría con mis lágrimas las rosas, para sentir el dolor de sus espinas y el encarnado beso de sus pétalos.

Dios mío, si yo tuviera un trozo de vida...

No dejaría pasar un solo día sin decirle a la gente que quiero, que la quiero.

Convencería a cada mujer y hombre de que son mis favoritos y viviría enamorado del amor.

A los hombres les probaría cuán equivocados estar pensar que dejan de enamorarse. Cuando envejecen, sin saber que envejecen cuando dejan de enamorarse.

A los niños les daría alas, pero dejaría que aprendiesen a volar solos.

A los viejos, a mis viejos, les enseñaría que la muerte no llega con la vejez sino con el olvido.

Tantas cosas he aprendido de ustedes, los hombres...

He aprendido que todo el mundo quiere vivir en la cima de la montaña, sin saber que la verdadera felicidad está en la forma de subir.

He aprendido que cuando un recién nacido aprieta con su pequeño puño por vez primera el dedo de su madre, lo tiene atrapado para siempre.

He aprendido que un hombre únicamente tiene derecho de mirar a otro hombre hacia abajo cuando ha de ayudarlo a levantarse.

Son tantas cosas las que he podido aprender de ustedes, los hombres, pero finalmente no me servirán de mucho porque cuando me guarden dentro de esta maleta con las demás marionetas, estaré muriendo...

LA MARIPOSA PERDIDA


Dijo un niño: "Dios, habla conmigo".
Y entonces una alondra del campo cantó, pero el niño no la escuchó.
El niño exclamó: "¡Dios, háblame!"
Y un trueno resonó por todo el cielo, pero el niño no lo escuchó.
El niño miró a su alrededor y dijo: "Dios, déjame mirarte".
Y una estrella se iluminó, radiante, pero el niño no se dio cuenta.
Y el niño gritó de nuevo: "Dios, Muéstrame un milagro".
Y una vida nació de un huevo, pero el niño no lo notó.
Llorando desesperadamente, dijo: "Tócame, Dios, para saber que estás conmigo".
Dios se inclinó y tocó al niño. Pero él se sacudió la mariposa.

Muchas veces las cosas que pasamos por alto son aquellas que hemos estado buscando.

LA LUCHA DE LA MARIPOSA



Un hombre encontró un capullo de una mariposa y se lo llevó a casa para poder ver a la mariposa cuando saliera del capullo. Un día vio que había un pequeño orificio y entonces se sentó a observar por varias horas, viendo que la mariposa luchaba por abrirlo mas grande y poder salir.
El hombre vio que la mariposa forcejeaba duramente para poder pasar su cuerpo a través del pequeño agujero, hasta que llegó un momento en el que pareció haber cesado de forcejear, pues aparentemente no progresaba en su intento. Parecía que se había atascado. Entonces el hombre, en su bondad, decidió ayudar a la mariposa y con una pequeña tijera cortó al lado del agujero para hacerlo más grande y ahí fue que por fin la mariposa pudo salir del capullo.

Sin embargo, al salir la mariposa tenía un cuerpo muy hinchado y unas alas pequeñas y dobladas. El hombre continuó observando, pues esperaba que en cualquier instante las alas se desdoblarían y crecerían lo suficiente para soportar al cuerpo, el cual se contraería al reducir lo hinchado que estaba.

Ninguna de las dos situaciones sucedieron y la mariposa solamente podía arrastrarse en círculos con su cuerpecito hinchado y sus alas dobladas. Nunca pudo llegar a volar. Lo que el hombre en su bondad y apuro no entendió, fue que la restricción de la apertura del capullo y la lucha requerida por la mariposa, para salir por el diminuto agujero, era la forma en que la naturaleza forzaba fluidos del cuerpo de la mariposa hacia sus alas, para que estuviesen grandes y fuertes y luego pudiese volar.

La libertad y el volar solamente podían llegar luego de la lucha. Al privar a la mariposa de la lucha, también le fue privada su salud. Algunas veces las luchas son lo que necesitamos en la vida. Si la naturaleza nos permitiese progresar por nuestras vidas sin obstáculos, nos convertiría en inválidos. No podríamos crecer y ser tan fuertes como podríamos haberlo sido.

Cuánta verdad hay en esto! Cuántas veces hemos querido tomar el camino corto para salir de dificultades, tomando esas tijeras y recortando el esfuerzo para poder ser libres.
Necesitamos recordar que nunca recibimos más de lo que podemos soportar y que a través de nuestros esfuerzos y caídas, somos fortalecidos.